Son típicos de la región de Cataluña, donde en estos momentos residimos y está nuestro centro de terapias Àmbar. Son conocidos en castellano como calsots y son una variedad de cebollas tiernas poco bulbosas muy típicas de esta época del año (Enero-Febrero).
Sus propiedades nutritivas y terapéuticas son muy similares a la de las cebollas, destacando su contenido en vitaminas C y ácido fólico (B9), minerales como P (fósforo) y K (potasio) y fitoquímicos como los compuestos azufrados, flavonoides y polifenoles.
Entre sus propiedades terapéuticas destacamos que es una hortaliza de naturaleza tibia, con lo que calienta el organismo en invierno, siendo muy interesante para aquellas personas que siempre tienen frío. Tienen un efecto antiséptico gracias a la cantidad moderada de vitamina C que queda tras cocinarlos (mejor no consumir crudos), por el contenido en B9 y compuestos azufrados, especialmente resultan interesantes en parásitos intestinales, aunque ejercen un efecto general contra los virus, bacterias y hongos. Por su contenido en K (potasio) ejercen un papel diurético, al igual que depurativo y antiséptico renal tonificando los riñones. Por su contenido en compuestos azufrados ejercen un efecto expectorante, descongestionante y depurativo hepático y consecuentemente detoxificante orgánico (permiten la eliminación de sustancias nocivas, tóxicos, metales pesados, etc). Ejercen un efecto laxante y si se consumen en exceso pueden resultar un poco indigestos (provocando flatulencias, espasmos, etc.). Y por su contenido en flavonoides y polifenoles tienen un efecto antioxidante.