Arbusto silvestre y a veces cultivado (en las orillas de los arroyos), conocido y empleado desde la antigüedad. En el SXVII fue uno de los remedios favoritos para la tos, como expectorante y antipirético. Como curiosidad, su nombre deriva del griego “sambuce” dado que con las ramas se fabricaban “flautas”.
Las partes empleadas son principalmente las flores y los frutos (bayas). Aunque las hojas se utilizan vía tópica para tratar inflamaciones (hematomas, torceduras, etc.), quemaduras y heridas. Y la corteza, en el pasado, se empleó por su efecto purgante (estreñimiento pertinaz).
Las flores son ricas en mucílagos, que le confieren propiedades antitusígenas, expectorantes, emolientes y ligeramente laxantes. Su contenido en glucósidos, flavonoides (rutina y quercetina) y ácidos orgánicos ejercen un efecto antiinflamatorio, estimulante de las defensas del organismo y antioxidante. Además son ricas en taninos, aceites esenciales y sobre todo la rutina, que le otorgan un efecto muy beneficioso sobre los capilares, empleado como estimulante de la circulación. Las sales potásicas le confieren propiedades diuréticas y los ácidos triterpénicos (ursólico y oleanólico) ejercen un efecto diaforético (sudorífico), siendo muy importante en estados febriles (de gripes, amigdalitis, etc.). Vía tópica, también son empleadas para la inflamación e irritación ocular, en forma de compresas o baños oculares. Su época de floración y recolección es en la primavera.
Las bayas, se deben recolectar bien maduras (a finales de verano) y pueden ser usadas en forma de jugos, jarabes o tintura. Destacan por su contenido en vitamina C (en menor medida por provitamina A) y antocianósidos, que le otorgan un efecto antioxidante, antiinflamatorio y antiséptico. Ácidos orgánicos (cítrico y málico) los cuales son útiles como antiinflamatorios en reumatismos. Y en pectina, que le otorga un efecto laxante.
Como precaución, no se aconseja en caso de embarazo, lactancia y menores de 12 años.