· Por encima de sus propiedades nutritivas el ajo destaca como ningún otro alimento de uso cotidiano por sus reconocidas propiedades terapéuticas. Desde hace siglos y en todas las civilizaciones, el ajo ha sido usado para el tratamiento de diversas afecciones.
· Louis Pasteur en 1858 observó que determinadas bacterias morían al ser expuestas al ajo. Posteriormente, en 1944, por primera vez se aisló el principio activo antibiótico del ajo: la alicina. Hoy en día se sabe que el ajo continúa siendo uno de los agentes antibacterianos más potentes y complejos que se conocen.
· Los experimentos realizados demuestran que sus principios activos son capaces de neutralizar al menos a 72 tipos de bacterias infecciosas conocidas.
· Dentro de sus propiedades nutricionales, aparte de contener alicina (que le confiere un poderoso efecto antibiótico), tiene vitaminas C, B1, B3 y B6. Y minerales como hierro (Fe), magnesio (Mg), cobre (Cu), zinc (Zn), calcio (Ca), fósforo (P), K (potasio), azufre (S), germanio (Ge) y selenio (Se).
· Entre sus indicaciones destacan la de ser un poderoso agente antibacteriano. Indicado en hipertensión, hipercolesterolemia. Como cardioprotector, expectorante, diurético. Útil en parásitos intestinales y cualquier proceso infeccioso.
· Puede consumirse crudo, ¡siempre y cuando lo tolere nuestro estómago! O bien la alternativa es consumirlo, junto con la confección de sopas y purés de verduras, que además optimizaran la eliminación de toxinas, mediante el sudor, ejerciendo un papel depurativo. Y podemos encontrarlo también en forma de suplemento, algunos de ellos son desodorizados (sin características organolépticas).